Mantener la calma y continuar es una de las bases sobre las que se construye la resiliencia. Los británicos son unos auténticos expertos, al menos, en eso de mantener el estoicismo y la actitud hierática frente a las adversidades. En el entorno laboral hay que mantener una actitud de calma frente a la adversidad, de serenidad frente a situaciones o proyectos que generan estrés e, incluso, hay que aprender a sobreponerse rápidamente de los fracasos para poder seguir impulsando con éxito nuevas iniciativas. Eso es lo que llamamos resiliencia. Y es, dicho sea de paso, una de las habilidades más demandadas de los últimos tiempos.
Pero ¿qué hace que una persona sea resiliente?
Según la psicóloga Susan Kobasa, hay tres elementos vitales que son calves para la resiliencia: desafío, compromiso y control personal. Cuando se enfrentan a una dificultad, las personas con gran capacidad de recuperación lo ven como un desafío que hay que superar. Comprometerse con una meta, relación o creencia mantiene a las personas resilientes con los pies en la tierra y les da un propósito para levantarse de su cama cada mañana. También tienden a concentrar su tiempo y energía en las cosas que pueden controlar y en las que pueden tener el impacto más significativo. Esto no solo proporciona seguridad y mayor confianza, sino que también reduce el estrés innecesario que se genera en torno a esos otros eventos sobre los que no se tiene el poder de controlar.
Independientemente de nuestra posición en el trabajo, todos podemos desempeñar nuestras tareas con un poco más de resiliencia para hacer frente a las demandas diarias de nuestros trabajos. La buena noticia es que la capacidad de recuperación es una habilidad que se puede mejorar. Te propongo hay algunos consejos prácticos para desarrollar tu propia capacidad de recuperación personal, para que puedas responder mejor a los desafíos que tu entorno laboral te pueda presentar.
Evalúa tu posición actual
Da un paso atrás y entiende la situación en la que te encuentras. ¿Estás en el lugar donde quieres estar? ¿Qué hay en tu lista de tareas? ¿Lo estás haciendo por ti mismo o por alguien más? Al plantearte preguntas como estas, puedes comprender mejor tus necesidades y prioridades, lo que ayudará a poner todo en perspectiva. Luego puedes ver dónde estás, quizá, gastando energía excesiva o sometiéndote a un estrés innecesario.
Establece metas inteligentes
Establecer metas realistas y alcanzables tiene beneficios significativos para ti mismo. Primero, te ayuda a enfocarte y te da un sentido de propósito; en segundo lugar, te permite dividir las grandes tareas en varios objetivos más pequeños haciéndolos mucho más manejables, y, por último, pero no menos importante, te da algo que celebrar. Evitará que te sientas abrumado y, al abordar las tareas paso a paso, harás que los bloqueos sean mucho más fáciles de superar.
Reconoce tus fallos
Muchos de nosotros tenemos miedo de cometer errores o ser rechazados. Pero las personas resilientes ven el fracaso y el rechazo como escalones hacia su meta. Es algo para reconocer, para crecer y aprender, no algo que te detenga en tus pasos. Como dijo Thomas Edison: «No he fallado. Acabo de encontrar 10.000 formas en las que no funcionará «. Ver los errores y fallos pasados de manera más positiva, y como pasos necesarios para acercarte a tus objetivos, demostrará tu capacidad de recuperación personal.
Practica la atención plena
Para muchos, la atención plena es una ruta efectiva para crear resiliencia. Al liberar tu mente, dejas más espacio para la resolución de problemas e inspiración que te ayudará a sobrellevar mejor la presión. Date tiempo para prepararte para las tareas diarias, como llamadas o reuniones, y para reflexionar sobre ellas después; cuando trabajes en proyectos intensivos, establece pequeños descansos o diversifica el trabajo para tener la oportunidad de hacer cosas diferentes durante el día.
Cuida tu bienestar.
Cuando las cosas parecen ir cuesta abajo, puede ser muy fácil descuidar tus propias necesidades. Perder el apetito, ignorar el ejercicio y no dormir lo suficiente son reacciones comunes a la presión. Esto no solo es perjudicial para tu bienestar físico sino también para tu salud mental. Al ocuparte de tus propias necesidades, protegerás tu salud general, aumentará tu capacidad de recuperación y estarás completamente preparado para enfrentar los desafíos de la vida.
Acepta el cambio
La flexibilidad es una parte esencial de la resiliencia. Al aprender a amar el cambio, estarás mejor equipado para responder a cualquier problema inesperado que pueda surgir. Esto a menudo implica aumentar la curiosidad y apertura a nuevas experiencias y salir de la zona de confort, tanto dentro como fuera del trabajo. Estar abierto al cambio puede brindarte oportunidades que tal vez no hayas considerado antes.
Aprende cosas nuevas
Para adaptarte al cambio, necesitas ser un aprendiz continuo. Si bien el tiempo para familiarizarte con otro nuevo concepto o habilidad en un día ya lleno de gente puede parecer contraproducente, es importante no obsesionarse por hacer las cosas de la manera tradicional o convencional. Al abrir tu mente a nuevos métodos y formas de pensar, es probable que, más adelante, encuentres que vale la pena hacerlo.
No tomes tu trabajo demasiado en serio
Tener sentido de la responsabilidad es importante, pero debes saber cuándo tienes que detenerte. Obsesionarse con el trabajo, especialmente cuando las cosas no van bien, puede llevar fácilmente al exceso de trabajo y, eventualmente, al agotamiento. Si las cosas se ponen difíciles, no te arriesgues y recuerda que tienes un equipo para buscar apoyo y orientación.
Las personas resilientes no solo sobreviven en situaciones estresantes, sino que también prosperan en ellas, lo que aumenta su potencial de crecimiento y productividad. Las compañías que buscan desarrollar un grupo sólido de talentos harán bien en alentar a sus empleados a desarrollar la capacidad de recuperación personal al crear un entorno que les ayude a desarrollar las habilidades adecuadas y ofrecer apoyo en momentos de estrés.
Cristina Del Amo
Soy periodista, empresaria, emprendedora y madre. Licenciada en Ciencias de la Información por la Univ. Complutense de Madrid y Máster en Gestión Comercial y Marketing, por la Escuela de Negocios ESIC, mi trayectoria profesional está ligada al entorno de la comunicación, la gestión empresarial y los recursos humanos.