El pasado 20 de febrero tuvo lugar la entrega de galardones del 11º Premio Literario RRHHDigital. Los miembros del jurado, desvelaron en un almuerzo en el restaurante Lardhy de Madrid, los tres mejores relatos relacionados con el entorno de los recursos humanos.‘El recuerdo del perfume de mi madre’ firmado por José Manuel Villaseñor, Partner Director de Cezanne HR España, fue el segundo texto mejor valorado, solo por detrás de «La decisión», del ganador Moisés Arrimadas, director de RRHH de intu. Maite Cuesta, directora de personas y experta en RRHH, con su texto ‘Y allí estaba yo a mis 52’ se alzó con la tercera posición.
El Recuerdo del perfume de mi madre
Había pasado otra noche de perros. La cabeza me daba vueltas y esa sensación extraña que me acompañaba desde hacía varios días no respetaba ni las horas de sueño. Salté de la cama. Repasé mentalmente algunas de las cosas que hacía habitualmente, pero no conseguía recordar nada. Cerré los ojos. Apreté fuerte los puños en un intento desesperado por resetear y volver al inicio. Desvié mi mirada hacia la izquierda en busca de un recuerdo que pudiera proporcionarme los datos que andaba buscando.
Según las Claves del Acceso Ocular, cuando miramos hacia la izquierda nos estamos poniendo en contacto con un recuerdo. Yo sé que esto que busco es algo que he vivido. Pero no consigo “conectar”. ¡Qué cómico, no! en plena era digital, con el wifi a toda caña, el 5G llamando a la puerta y las neuronas de mi cerebro deciden hoy que suspenden su actividad. Que desconectan. Que renuncian de empleo y sueldo. Y, aquí me tienes. Mirando y venga mirar hacia la izquierda a ver si aparece lo que busco.
¿O era la derecha a dónde tenía que mirar para activar el recuerdo? Venga, los ojos para el otro lado. No. Para la derecha tampoco se activa nada. Al centro, arriba, abajo. ¡Qué mareo! Paso. Me voy a la ducha. Desayuno continental. Los expertos en programación neurolingüística dirán lo que quieran, pero un café bien cargado, un zumo de naranjas valencianas y una buena tostada con su aceite de oliva picual y su lonchita de serrano, a mí, me deja mejor cuerpo que las “movidas” esas del Acceso Ocular.
Listo. Hoy me apetece arreglarme. Traje de corte italiano y perfume francés. Sí. Arquetipo total. Pero, ya ves. De eso sí que me acuerdo. O no. Pero me sale automático. Eso, y lo de consultar mi móvil cada dos por tres. Es un acto reflejo. Un hábito casi enfermizo, de esos que no recuerdas, sino que repites de manera compulsiva. Tres whatsapps y dieciocho emails. Una alerta de Call a las doce y el aviso del sistema de recursos humanos para revisar la evaluación del desempeño. Empiezo por el final que es lo más fácil. Introduzco mi clave de usuario y contraseña, consulto los formularios y le doy a enviar. Una cosa menos.
Chequeo, así, en diagonal los dieciocho emails que he recibido y compruebo con alivio que no hay ninguno urgente: que si tienes que revisar los documentos que te pasé ayer, que si tienes que repasar la propuesta de publicidad para 2020, que si échale un vistazo a este proyecto que presentamos la semana que viene… Nada urgente. Así que voy contestando uno por uno desde mi smartphone. Las diez.
A punto de coger mi portátil recibo una llamada:
– “Hola Jose. Soy Manu. Me meto en la entrevista con el candidato que te conté. En la primera conversación me transmitió su entusiasmo por trabajar en una empresa como la nuestra. No le interesa tanto el sueldo sino más bien, las posibilidades de crecimiento y otras cosas como la flexibilidad de horario o las opciones de teletrabajo.
– Manu ya sabes que nosotros trabajamos por objetivos. Y, honestamente, me da igual si trabaja desde casa, desde la playa o desde el recreo del cole de sus hijos. Buscamos talentos y compromiso, no personas que vengan a fichar.
– Ok. Por cierto, ahora que dices lo de fichar. La semana que viene tengo la formación con el cliente de Barcelona que quiere implementar Clock in/out. ¿Vas a venir?
– Espera que abro la aplicación para consultar el calendario de ausencias. Aquí está. Sin problema. Meybel y Nico están hasta el miércoles. Y jueves y viernes están Javier y Ángela. Cuenta conmigo.
Estoy pensando que, entre unas cosas y otras, responder a los mails, el teléfono, enviar documentos y demás, mejor me quedo y salgo después de la Call. Entretanto, voy a consultar si tengo alguna solicitud que aprobar y me pongo a escribir el artículo que me pidieron la semana pasada a ver si me inspiro.
¡Qué dolor de cabeza tengo! Ibuprofeno de 600 y a seguir. Me suena el teléfono y mis interlocutores en UK me saludan amablemente.
– Hi, Jose. How are you?
– Fine Albert, fine.
A ver, qué voy a decir. Aunque, bien, bien, la verdad es que no estoy. Pero bueno, despachamos algunas cuestiones estratégicas del negocio: cifras, resultados, objetivos, planificaciones, … Nos intercambiamos documentos y algunos datos relevantes y nos emplazamos hasta nuestro próximo encuentro virtual que será el mes que viene. Han pasado 40 minutos y el Ibuprofeno ha hecho efecto. Pero sigo sin recordar lo que quería. Me muevo como un autómata. A ver si tanto hablar de Inteligencia Artificial me estoy convirtiendo en una especie de androide, medio humano, medio robot. ¿Me he tomado un Ibuprofeno, o qué mierda me he tomado? Porque empiezo a escucharme la voz, así, como metálica y pausada.
Me voy a la oficina. 40 minutos para recorrer 5 kilómetros. La Castellana está imposible.
– ¿No has visto el semáforo? ¡Imbécil!, -me gritan desde una furgoneta-.
Freno en seco y le dejo pasar, aunque sé que tengo prioridad. Pero entonces, noto unos golpes en el capó de mi coche. Miro hacia la izquierda y veo a un tipo regalándome un ¡gilipollas! a todo pulmón. Vaya, la verdad es que pasar de imbécil a gilipollas en 5 segundos es un ascenso bárbaro. He promocionado sin planes de carrera ni formación extra.
– ¿Acaso no ves que tienes prioridad?
Conduzco un coche con etiqueta “eco” así que, aparco en zona verde. Bajo despacio. Un sudor frío recorre mi cuerpo. Noto mi respiración acelerada. Estoy hiperventilando. Por favor, que nadie se acerque, que nadie me hable. Si alguien me dice algo, mi cuerpo se relajará y caeré al suelo a plomo, sin resistencia, sin dolor.
– ¿Se encuentra bien? ¿Necesita ayuda?
Me dejo caer.
– Jose ¿te sientes mejor? Soy el Doctor Azcona. Te desmayaste en la calle. Ha sido solo una bajada de tensión. Pero te has dado un buen golpe. Tienes el brazo derecho roto y una contusión en el costado. El Samur te ha traído hasta el hospital. Te pondrás bien, pero ahora, lo más importante es que te tranquilices. Tu familia viene de camino.
– Doctor, no es la primera vez que me pasa -confieso angustiado- Últimamente siento fuertes dolores de cabeza, taquicardias y no consigo recordar las cosas. No recuerdo la última vez que fui al campo con mis hijas, ni la última vez que le dije “te quiero” a mi mujer. No recuerdo la caricia de la brisa del mar en mis mejillas, ni el atardecer de un día cualquiera; no recuerdo el olor a hierva mojada, ni el perfume de mi madre, ni el calor de mis amigos. No recuerdo la última vez que monté en bicicleta, ni el último paseo que di por la arboleda de mi pueblo; no recuerdo el último abrazo de mis hermanos, ni la última carcajada, ni el último llanto. Tenía que haber ido al médico antes, pero no he tenido tiempo.
– ¿Es grave, doctor? Dígame la verdad.
– El desvanecimiento que has sufrido es solo un aviso. Nuestro cuerpo nos envía señales que nos alertan de que algo no va bien. Esa especie de amnesia selectiva que padeces, los dolores de cabeza, la taquicardia y el desvanecimiento de hoy son solo avisos de que estás sometiendo tu cuerpo a demasiado estrés. Si te das cuenta, lo único que has olvidado son las cosas que tienen que ver con tus emociones, con tus sentimientos, con tu vida personal. El profesional se está imponiendo a la persona y ese es el principio de una enfermedad grave. Me da igual que le llames infarto, ictus o depresión. Cualquiera de estas patologías te matará si no aprendes a priorizar y a desconectar.
– Pero ¿cómo voy a desconectar, si yo vendo tecnología para estar conectado 24X7?
– Pues entonces, deberás aprender a hacer un uso racional de la tecnología. Eso, o también puedes hacer tu testamento. Pero, vamos, todo esto que te digo, “cógelo con pinzas”, yo soy el traumatólogo que te escayolará el brazo.
– Esto que te cuento, Carmen, pasó hace 8 años. Desde entonces teletrabajo 2 días a la semana. Desayuno con mi equipo y todos los viernes a partir de las tres tengo una cita con mi mujer. Dedico más tiempo a mi familia y he retomado la relación con amigos a los que solo veía por Facebook o Linkedin. Escucho las señales de mi cuerpo y me hago revisiones periódicas. Disfruto de las personas que me rodean. ¡Ah!, y en estos años, mi empresa ha seguido creciendo. Y lo ha hecho, poniendo en valor a las personas y dotándoles de la tecnología que necesitan para optimizar y aprovechar mejor su tiempo. Te lo digo hoy, en tu primer día de trabajo, por si te ayuda.
Publicado el 25 de febrero de 2020 en RRHH Digital